La mirada de los soñadores.
La mirada de los soñadores, algo tiene, algo hace
o algo dice, que me eriza, que me da miedo, que me inquieta y me reta, que me
apasiona e inspira, la mirada de los que tienen un secreto que nunca han de
contar, tienen un as bajo la manga y tienen un plan, un objetivo o una misión.
Algo tiene la mirada de los músicos increíbles en medio de la calle Gante del
Centro histórico y que lo he visto en la mirada de Drexler en el escenario [justo
cuando te pone la piel de gallina y no sabes si fue efecto sonoro o visual].
Algo tiene la mirada de esos que están construyendo un imperio carnicero solo
para lograr comprar al imperio carnicero actual y destruir de una vez y para
siempre ambos [y es cuando me da miedo, por que ahora donde conseguiré Tomahawk
para la carne asada de la empresa]. Algo tiene la mirada del Presidente, que es
una mirada de un soñador añejado, de un soñador extraviado en sus sueños y
alejado de sus realidades [la mirada de regaño que no te mereces, que primero
inquieta y después te reta a que le contestes, porque quizá ese sea el
verdadero objetivo de mirar así]. Algo tiene la mirada del Che a través de la
taza que me trajeron de Cuba, a través de la camiseta de Paco Taibo y a través de
las pancartas en todas las protestas de todos los países [mirada que destroza
toda verdad y te cuenta su secreto, su plan y su todo a través de sus pupilas
bien representadas: ¡hasta la victoria, siempre!]. Algo tiene la mirada de la
seño que me arrenda el departamento, que no se nada de ella, pero me inspira
confianza, me inspira a ser mejor persona y me inspira justo ahora.
Algo tiene
la mirada de los que no pueden mirar, pero sabes que te miran y los volteas a
ver y te sientes Nietzche mirando el abismo para ver si te regresa la mirada, ¿y
que crees? que si te la regresa, la mirada de los árboles, de las plantas y de
la hierba, de las cetáceas y de las algas, de los musgos y de las ceibas, de la
cannabis y del eucalipto, del roble y del cañaveral, que una vez me pareció tan
profunda la mirada de un pirul, que justo sentía que podía hablar a través de
esa mirada, y me decía “seguro ya ni te acuerdas de mi pinche morro, ¡en plaza
santa fe! me estaban cortando cuando pasaste a lado y me arrancaste un pedazo
de hojas para embarrártelas en la yema de los dedos para que tu mamá no se
diera cuenta de que habías fumado… desde entonces se te veía lo vivillo. Aquí
ando ¿tu crees?, si, que pena el otro día con ustedes, de repente crecí en
medio del estacionamiento de su plaza, se me caía la cara de vergüenza con
ustedes, sabia que en cualquier momento me iban a cortar y bien merecido lo
tenia por haber nacido donde no me llaman, pero ya ves que uno no decide esas
cosas. Ahora ando acá mira, creo que no molesto a nadie aunque el otro día escuche
que chapearian el terreno para la construcción de las oficinas de una empresa
petrolera y si es así, uno con gusto agarra sus tiliches, sus raíces y sus
retoños y nos vamos a otro lado, todo sea por apoyar a la economía, como no, también
me quiero sentir útil, he escuchado que mis primos lejanos hacen lo mismo en la
costa de Paraíso y unos parientes más lejanos allá por tierras Mayas ¿Qué fue
de los Mayas, tu?, ya rara vez los veo”.
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