lunes, junio 11, 2012

Cuento corto sin título.


“De alguna manera me siento como un extraño, me siento un inútil, una cucaracha”.




Erase una vez un reino de cosas olvidadas, comida inservible y lugares recónditos. Ahí vivía penosamente un grupo de nobles cucarachas, estas se limitaban a salir de paseo solo cuando los demás habitantes dormían, así ellas no incomodaban con su presencia. También eran muy serviciales ayudando voluntariamente a la infraestructura del reino, construyendo viviendas y limpiando esas horribles manchas de Pinol o Cloralex. Trataban de mantenerse pulcras y presentables a pesar de su condición de cucaracha. Se conformaban con recibir las sobras que los demás seres económicamente activos les dejaban.

Siempre perseguidas, siempre mal vistas, siempre escondidas de todos. Si.  

Los regímenes de este reino se basaban mas en clases sociales que en las buenas o malas intenciones de los habitantes, por lo tanto, uno de los principales asuntos en la agenda de gobierno era la situación residencial de las cucarachas, ya que estas por su gran tamaño abarcaban más terreno de vivienda. Así que nuestras cucarachas en cuestión estaban cada día más nerviosas por la deliberación de este tema.

Nunca me han gustado los cuentos largos, así que para no hacerles el cuento largo, les diré que esta sociedad secreta que habita debajo de la estufa, en las esquinas de la alacena, en las cajas de zapatos y todos aquellos rincones que rara vez frecuentamos, llego, por unanimidad, al acuerdo de expulsar y/o exterminar a todas las cucarachas del reino. Entonces, cada que un humano entraba a la cocina, las nobles cucarachas eran aventadas a su paso para después ser aplastadas por un zapato gigante. Este acto era repetido constantemente, hasta que los jueces del reino se dieron cuenta de que las cucarachas ya no eran aplastadas, si no bañadas en una espesa niebla que las hacia convulsionar y morir lentamente.

La moraleja de este cuento, para no variar, sería que el Raid no solo mata cucarachas…