lunes, agosto 15, 2011

Club de mentirosos. 3 de 3.

Solo quería largarme de la ciudad, aunque sea por una semana. El mejor pretexto fue inscribirme en el programa de brigadas para ayudar a comunidades marginadas. Servicio social. Entonces ahí iba, rumbo a Papantla, Veracruz. Atravesando la ceiba y contemplando inmensos platanales que me recordaban a algunos buenos capítulos de “A prueba de todo”.






 

En serio la quería en mi vida, indeterminadamente. Jamás supe a ciencia cierta quien fallo o que fallo. Solo nos dejamos. Otra mala experiencia con el amor y esta vez no quise martirizarme, ni emborracharme, ni seguir el protocolo del dolido. Solo quise distraerme y alejarme de ella.



“Será mejor que empaques sleeping, casa de campaña y varias cosas más, porque allá dormiremos en medio de la selva o donde nos den alojo” me dijo el coordinador de la brigada un día antes de partir y juro que se me dibujo una sonrisota en la cara, me excitaba la nueva aventura. Mi decepción fue cuando llegamos al municipio de Papantla y nos recibieron como rockstars: comida con el presidente municipal, foto para el periódico local, hotel 3 estrellas, entrevista en la radio local, chicas que nos sonreían coquetamente. Adiós a mi navaja y pedernal.



El plan era darle difusión al nuevo centro del IPN en Veracruz. Así que íbamos todos los días a varias escuelas de las localidades a hablar sobre la historia del poli, su desempeño y mil mentiras más. Como sea, fue demasiado interesante sentirme útil y con muchas ganas de motivar a los pubertos de secundaria o bromear con los de prepa. Tratar de dejarles un mensaje… tiempo después me di cuenta que de nada sirve.



Pude alejarme de su persona, pero no pude huir de los recuerdos: tomándonos una cerveza en un bar de mala muerte, abrazados en el asiento trasero de una Venture, un beso en los andenes de Guerrero. Pensaba todo eso mientras fumaba sentado en una gran roca de algún lugar remoto, con un clima calido-humedo, con una vegetación sobresaliente y casas de madera alrededor, entonces, alguien me tomo del hombro y me dijo “Omar, vamos tarde al siguiente pueblo, muévete”.