EPILOGO AL FIN DE AÑO
Fue en una noche como esta, hace veinte años, que alguien se
propuso cambiar el destino, o al menos su destino. Como si fuese súper-héroe,
enmascarado, sale de aquel rincón que bien podemos considerar como olvidado. Ya
no está permitido usar la palabra “revoltosos” y serán escuchados y respetados.
No se congratularon cenando pavo o brindando con sidra, fue una noche de reflexión,
de pensar en lo políticamente correcto.
Pasaron muchos años, a través de los cuales se deforma esa
imagen del pasamontañas y la pipa: camisetas, entrevistas realizadas por ‘ponchito’,
niños ricos europeos uniéndose a la causa en Chiapas (como si visitaran un
parque de diversiones).
Hoy, veinte años después, recibimos el 2014 y ¿Qué somos,
qué queremos? ¿Un auto nuevo? ¿Estabilidad económica? ¿En serio es eso lo que
nos llena?
Nuestro nuevo enemigo es la modernidad, la basura que nos
ofrecen para entretenimiento, la orgia de ideologías que hay en las nuevas generaciones,
que decir de la apatía.
* * *
No se necesita ser un analista o experto en política para
saber que las cosas andan mal en nuestro país: nuestros gobernantes llenan de
guardias sus recintos al momento de tomar decisiones, el presidente no conoce
su país y no puede mencionar ni tres libros, los impuestos aumentan a la vez
que se comparten nuestros recursos naturales con el extranjero.
Habría que ser muy tonto, o de plano un traidor a la patria,
para aceptar o pensar que todo es por un bien nacional, un bien civil.
Regresemos al tema de la apatía.
* * *
Me encuentro en medio de la nada laborando para poder
mejorar mi calidad de vida (notese
el énfasis en mí) pero, ¿Qué hay de los demás? En la búsqueda de mi felicidad
(mi bienestar) he olvidado mi entorno; alguien me limpia el parabrisas y le doy
dos pesos sin voltearlo a ver a la cara y ya siento que soy el más caritativo del
mundo; personas mueren de hambre a mi alrededor y yo estoy feliz porque tengo
un trabajo que me da para comer e ir al cine. Todo es una ilusión.
Esa es la estrategia: acarrear al clasemediero a la zona de
confort, seguir sobajando a los que menos tienen y seguir privilegiando a las minorías
millonarias.
¿Cuándo regresara Guevara?, ¿Cuándo fue que se rindió nuestro
súper-héroe mexicano del pasamontañas?
* * *
Fue un año de logros, fue un año de llantos, de amor.
No así de tranquilidad, algo no está bien dentro de mí, algo
no me deja ser apático o indiferente… por más que trato de formar parte de la farsa
del gobierno y embobarme con la T.V. , hay algo dentro de mí que se resiste y
me alborota las ideas: mañanas del 2013 en las que despierto queriendo
renunciar a mi profesión y marchar con la bola de “revoltosos”, días en los que
maldigo el trafico provocado por los manifestantes cuando muy dentro de mi
quisiera estar en medio de los agitadores, los “perturbadores de la paz”.
Termina el 2013 y siento que los años se me van de las
manos, que no estoy realizando nada que se postergue en el futuro. Un año más y
otra vez el ritual del Lomo, las uvas y las luces… los buenos deseos y los
tontos propósitos.
En serio que envidio a mis contemporáneos que se toman fotos
en el antro, que cantan canciones de Lady Gaga o se emborrachan mientras se
sienten narcos, que siguen pensando que una profesión los mandara al escalafón más
alto de las clases sociales, indiferentes a la verdadera situación.
En serio me gustaría emocionarme con el mundial o la
liguilla del futbol, o con las pendejadas de Eugenio Derbez, pero no me sale,
por más que hice el intento en este año de pertenecer a la borregada… no puedo.
Solo me resta esperar a que la literatura arroje luz sobre
mis pasos.
Nota final.
Mientras escribo esto, se acerca a mí con curiosidad un
chico mas o menos de mi edad y pregunta:
-Disculpe, Inge… ¿puedo preguntarle algo?
-Claro, mano. Pero háblame de tu, wey.
-¿Qué no estuviste en Sam Noble hace un año? Estaba el
pozo descontrolado.
-Ah, sí, sí. Lo recuerdo. ¿Ahí estabas tú?
-Sí, ahí estaba. Pero tenía la duda de que fueras tu… es que
no eras así…
Se hizo la pausa incomoda y debió haber adivinado la duda en
mi rostro
-ósea, no estabas así…
Seguí preguntando con la mirada. Y el chico fue al grano
(para mi tristeza):
-Gordo.