miércoles, febrero 23, 2011

Punto y aparte.

El sicario veía fijamente los ojos de su víctima mientras se guardaba la nueve milímetros en el saco. Tendido en el suelo, yacía un hombre de unos 40 años, con la cabeza ensangrentada y dos agujeros casi simétricos en la frente. Siempre había sido lo mismo: matar por dinero. Una ecuación simple. Políticos, empresarios, mendigos, padres de familia, mujeres, malos, buenos… nada de eso importaba: eran datos extra para él, era basura sin importancia. Apenas y se molestaba en saber el nombre (mismo que olvidaba al siguiente día) y algunos datos de rutina. Joven, alto, delgado, sin ninguna expresión en el rostro, el sicario observaba con cierta curiosidad al hombre tendido en el asfalto y con la cabeza sobre un rio de sangre. Alzo su mano derecha y se dibujo una cruz en el pecho.


 

A muchos miles de kilómetros de ahí, Madison Ivy se prepara para su siguiente escena en el set. Con especial cuidado se pone esa tanga que tanta gracia le causa, la mini-falda entablillada y el escote haciendo juego. Tiene 26, aunque en la industria se encargaron de quitarle 7 años de encima. Marketing, vamos. Ella sabe que en ese biznes nada es seguro: pasado mañana puede llegar una chica que en verdad tenga 19 y tumbarle el puesto. Ella como siempre, y como ritual, antes de salir a escena se persigna y reza una oración a quiensabeque Dios.


 

Ahí estaba ese sacerdote brasileño dándole la bendición a todos los fieles, jugando a ser Cristo, poniendo cara de soy-todo-nobleza. ¿Y cómo no? Si el siempre ha ayudado a los pobres, siempre dispuesto a confesar a los moribundos no importando la hora o situación, siempre cuidando de los niños huérfanos… ¡ah!, los niños huérfanos. El siempre les ha tenido un enorme cariño, en especial por las noches, cuando va rezar con ellos, abrazarlos, mimarlos, violarlos. Y aquí no pasa nada, el es un santo, un candidato a obispo, un siervo de dios que cada mañana oficia misa para los necesitados de espíritu. En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, amen.


 

Hoy me desperté a las 7 de la mañana, con una cruda espantosa, con la espalda adolorida por dormir mal, con la laptop descargada en mis piernas. También con esa tristeza que siempre me ataca al otro día de cualquier borrachera, con el típico no-lo-vuelvo-a-hacer (cruda moral creo que le llaman). Me desperté sin ganas de hacerlo, pero aun me quedan unas gotas de responsabilidad que hacen que ya no me duerma más tiempo. Pasaron como mil cosas rapidísimo por mi mente, entonces, sin darme cuenta me persigne. Fruncí el seño y empecé a reír como burlándome de mi mismo. Salte de la cama y minimice mis problemas sintiéndome con más energías que los tipos que salen en los comerciales de M Force.